Además de escritor, Kafka era abogado, por tanto conocía bien la relación entre individuo y Ley, que es indirecta y está intermediada por un “guardián” (metáfora del jurista, sea juez, abogade, etc). La puerta simboliza la Justicia y es infranqueable porque la disciplina del Derecho es autosuficiente: acusa, defiende y sentencia por propia cuenta. El campesino representa al pueblo, concretamente al ciudadano, ignorante, indefenso y sobre todo, aislado. Cuando el guardia dice que la puerta era solo para el campesino, sugiere que no existe la colectividad, que el individuo ha sido reducido a unidad con el fin de agotarlo (la vida transcurre esperando justicia) y hacer que desaparezca, porque una sociedad atomizada es fácil de modelar, controlar o someter.
Ahora bien, estaríamos cometiendo una omisión si obviáramos que la relación campesino-guardián necesita constitutivamente del vínculo de ambos con la ley, que es el término que articula la relación de poder -que es de alguna forma una relación de valor-. El campesino está ante el guardián porque está ante la ley y viceversa. Es esta lógica, la que luego de elegir focalizar el término débil o el del no-poder -el campesino- nos facilita rozar en tanto alteridad el pellejo del guardián como representante del poder.
De esta forma, aunque la ley pretenda negar al campesino como representante de una categoría histórica-social, hablar del campesino es al mismo tiempo hablar del proletario. Por lo tanto, ocuparnos del campesino es al mismo tiempo preocuparnos por la clase trabajadora subordinada y oprimida en la sociedad.
Retomando el punto de partida, ¿Cómo es el campesino que compone el escritor? Es un ser que se encuentra dividido, que ha perdido su logos en tanto voz, y pierde todo resto de humanidad junto con la incapacidad de escuchar, ver e incorporarse.
En el final del relato, la imagen es la del hombre inmóvil casi muerto, aunque a esas alturas la misma muerte no es necesaria porque la de-función de ese cuerpo ya es un hecho. Es el cuerpo vuelto cosa, cosa entre las cosas.
Podemos sintetizar la situación del campesino, diciendo que se le ha confiscado su capacidad de enfrentamiento, porque el enfrentamiento se traduciría en intento de realización del propio deseo.
Ante la ley, parece tomar la forma de una fábula con moraleja, una ironía de Kafka que podría- recurriendo a nuestra pseudo licencia literaria- transcribirse con las siguientes palabras: Eviten que el día de su muerte ante las puertas de la ley el guardián se le acerque y diga: “A nadie se le habría permitido el acceso por aquí, porque esta entrada estaba destinada exclusivamente para ti. Ahora voy y la cierro.” De este modo, Kafka nos ofrece –tras un trabajo personal- la llave para discernir la lección de la historia. Que nos incorporemos, recuperemos la voz y el habla, realicemos un movimiento que nos permita cambiar de posición y finalmente respondamos o que no seamos nada. Porque ante –y para- la ley seremos siempre “campesinos”, en los términos que la ley lo requiera para seguir dominando.
La historia, nos enseña que su influjo se extiende a la misma derrota, porque toda derrota está situada en un tiempo-espacio, la derrota es histórica –y también la victoria-. Comprender esto, es la clave para desvanecer la amenaza de derrota.
