“Vidas privadas” es
el primer cuento del libro “Cómo triunfar en la vida” de la escritora Angélica
Gorodischer. Este cuento, que propone la
deconstrucción de modelos discursivos y sociales establecidos, particularmente
llama la atención en que la voz narradora no tiene nombre y no se auto-refiere
en base a una subjetividad femenina ni masculina, tomando esto como marco nos
preguntaremos cómo operan los prejuicios y estereotipos en relación a lo
considerado exclusivamente femenino o masculino y como las estructuras son
construidas desde enunciados clichés que, al finalizar la historia, producen en
el narrador una ruptura y cuestionamiento de sus propias estructuras. Es decir,
el objetivo de este trabajo es demostrar cómo, a partir del estereotipo que convoca
el discurso en el relato, se provoca en el lector una reflexión sobre sus
propios estereotipos discursivos y sociales.
Al igual que la “vieja víbora”- la señora encargada
de la limpieza del edificio- el lector no conoce nada del
narrador/a. Debe imaginarlo, de
la misma manera que él/ella imagina a uno de los habitantes del
departamento, dado que solo
conoce físicamente a uno de los dos (por primera vez traté de imaginármela a ella y no
pude y me di cuenta de que nunca
la había visto. A él sí, pero a ella nunca). Él es un tipo canoso (…) que tenía una voz gruesa, bien
modulada - detalle que funciona como
arquetipo de la virilidad- pero del otro
habitante, solo conoce su voz, voz representada a través de estereotipos femeninos (…) voz chirriante, sosa, aguda, metálica. Una voz de cotorra, de caricatura,
de chusma de conventillo.
Como lo señala Butler en “Cuerpos que importan”, el narrador – y el lector- imaginan a alguien que pertenece al género femenino, pero esta representación mental sólo es producto del discurso, discurso que produce aquello que enuncia y que crea realidades que, en esencia, no existen. El ejercicio de la subjetividad está en el ejercicio de la lengua. No hay otro testimonio de la identidad del sujeto que el que así da él mismo de sí mismo. Dice Butler (1993):
Como lo señala Butler en “Cuerpos que importan”, el narrador – y el lector- imaginan a alguien que pertenece al género femenino, pero esta representación mental sólo es producto del discurso, discurso que produce aquello que enuncia y que crea realidades que, en esencia, no existen. El ejercicio de la subjetividad está en el ejercicio de la lengua. No hay otro testimonio de la identidad del sujeto que el que así da él mismo de sí mismo. Dice Butler (1993):
Las cuestiones que estarán en
juego en la reformulación de la materialidad de los cuerpos serán
(…) la comprensión de la performatividad, no como el acto mediante
el cual un sujeto da vida a lo que nombra, sino, antes bien, como ese poder reiterativo del discurso para
producir los fenómenos que regula e impone (…).
Lo que se escucha a través de la
ventana abierta- (para
vos sí que es fácil, total, te vas a la calle y yo me quedo aquí como una
idiota deslomándome por vos// y yo que soy una tonta te lo creí/) hace
que el narrador vaya construyendo la relación de esta pareja desde una
matriz heterosexual: hombre-mujer (…pobre mina, pensé mientras todo estaba en silencio// Después me
enteré: la mujer había desaparecido// La mujer se calló y no hubo nada más por
esa noche// ella le reprochaba algo a él ). De esta manera, la cuestión de la materialidad
corporal se asienta en las “mentes”, más que en “los cuerpos”, a través
de una matriz cultural que asigna identidades en un rango rígido e insuficiente.
Para el/la
narrador/a, la experiencia vivida con sus vecinos ha dejado una huella, porque toda
práctica humana interviene de modo decisivo en la producción de subjetividad (“No podía dejar de pensar en ellos. Trabajaba en lo mío, mal pero
trabajaba, miraba a mí alrededor, veía lo mismo que veía todos los días, y no
podía dejar de pensar en ellos”)
Con el
avanzar de la historia, las discusiones entre los vecinos continúan hasta que,
un día, se escucha un golpe, corridas y luego, silencio: ha ocurrido un
asesinato. La asesina, la mujer del canoso según infiere el lector, se había
ido. No obstante, al final de la historia, el enunciador relata que tocan el
timbre de su departamento: es un hombre con un tatuaje de una mariposa en el
brazo que le pide entrar. Así, el asombro final llega al lector: se trataba de
una pareja homosexual. La visión estereotipada de la pareja hombre-mujer se
deconstruye, como así también lo hacen sus roles y discursos estereotipados.
Esto lleva a que el lector se interrogue sobre sus propios estereotipos y
clichés porque, sin saberlo, los ha completado durante la lectura.
Entonces,
¿qué es el narrador: hombre o mujer? Lo cierto es que no se puede encasillar al
narrador dentro de una de las categorías binarias hombre o mujer porque las
actividades que hace un género las puede hacer el otro. Lo interesante es que
el binarismo no se resuelve de ningún modo ya que ni siquiera el lenguaje
permite clasificar: no hay marcas morfológicas de género masculino o femenino
en el narrador construido en el cuento. Es el lector el que le ha atribuido un
género. Desde la recepción, el lector se da cuenta de que fue engañado y que
las banalidades socioculturales son constitutivas en él. De esta manera, se
interroga sobre sus propios estereotipos instalados a partir de modelos
hegemónicos, y las rupturas, ya desde una lectura paródica, tensionan aquello
que se establece como norma de pensamiento.
A lo largo de
este trabajo hemos demostrado cómo el discurso, a través de formas de
heterogeneidad mostrada, se encuentra habitado por modelos discursivos y
sociales.
Los personajes, a través de un narrador son clasificados desde su comportamiento y sus modos de decir. La voz narradora, como lente de cámara, va guiando el transcurrir de la historia. Es así como juega con los lectores y las lectoras ya que los clichés no existen en sí mismos sino que los enunciatarios completan sus significados.
Los personajes, a través de un narrador son clasificados desde su comportamiento y sus modos de decir. La voz narradora, como lente de cámara, va guiando el transcurrir de la historia. Es así como juega con los lectores y las lectoras ya que los clichés no existen en sí mismos sino que los enunciatarios completan sus significados.
Muy bueno. Me ayudó a comprender mejor el cuento y con la resolución de mi tarea de lengua. Muchas gracias <3
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