lunes, 28 de octubre de 2019

Análisis de "Vidas privadas" de Angélica Gorodischer


 “Vidas privadas” es el primer cuento del libro “Cómo triunfar en la vida” de la escritora Angélica Gorodischer.  Este cuento, que propone la deconstrucción de modelos discursivos y sociales establecidos, particularmente llama la atención en que la voz narradora no tiene nombre y no se auto-refiere en base a una subjetividad femenina ni masculina, tomando esto como marco nos preguntaremos cómo operan los prejuicios y estereotipos en relación a lo considerado exclusivamente femenino o masculino y como las estructuras son construidas desde enunciados clichés que, al finalizar la historia, producen en el narrador una ruptura y cuestionamiento de sus propias estructuras. Es decir, el objetivo de este trabajo es demostrar cómo, a partir del estereotipo que convoca el discurso en el relato, se provoca en el lector una reflexión sobre sus propios estereotipos discursivos y sociales.
Al igual que la “vieja víbora”- la señora encargada de la limpieza del edificio-  el lector no conoce nada  del narrador/a.  Debe imaginarlo, de la misma manera que él/ella imagina a uno de los habitantes del departamento, dado que solo conoce físicamente a uno de los dos (por primera vez traté de imaginármela a ella y no pude y me di cuenta de que nunca la había visto. A él sí, pero a ella nunca). Él es un tipo canoso (…) que  tenía una voz gruesa, bien modulada - detalle que funciona  como arquetipo de la virilidad-  pero del otro habitante,  solo conoce su voz, voz representada  a través de  estereotipos femeninos (…) voz chirriante, sosa, aguda, metálica. Una voz de cotorra, de caricatura, de chusma de conventillo.

Como lo señala Butler en “Cuerpos que importan”, el narrador – y el lector- imaginan a alguien que pertenece al género femenino, pero esta representación mental sólo es producto del discursodiscurso  que produce aquello que enuncia y que crea realidades que, en esencia, no existen.  El ejercicio de la subjetividad está en el ejercicio de la lengua. No hay otro testimonio de la identidad del sujeto que el que así da él mismo de sí mismo.  Dice Butler (1993):
 Las cuestiones que estarán en juego en la reformulación de la materialidad de los cuerpos serán (…)  la comprensión de la performatividad, no como el acto mediante el cual un sujeto da vida a lo que nombra, sino, antes bien, como ese poder reiterativo del discurso para producir los fenómenos que regula e impone (…).
 Lo que se escucha a través de la ventana abierta- (para vos sí que es fácil, total, te vas a la calle y yo me quedo aquí como una idiota deslomándome por vos// y yo que soy una tonta te lo creí/) hace que el narrador vaya construyendo la relación de esta pareja desde una matriz heterosexual: hombre-mujer (…pobre mina, pensé mientras todo estaba en silencio// Después me enteré: la mujer había desaparecido//  La mujer se calló y no hubo nada más por esa no­che// ella le reprochaba algo a él ). De esta manera, la cuestión de la materialidad corporal se asienta en las “mentes”, más que en “los cuerpos”, a través de una matriz cultural que asigna identidades en un rango rígido e insuficiente.
Para el/la narrador/a, la experiencia vivida con sus vecinos ha dejado una huella, porque toda práctica humana interviene de modo decisivo en la producción de subjetividad (“No podía dejar de pensar en ellos. Trabajaba en lo mío, mal pero trabajaba, miraba a mí alrededor, veía lo mismo que veía todos los días, y no podía dejar de pensar en ellos”)
Con el avanzar de la historia, las discusiones entre los vecinos continúan hasta que, un día, se escucha un golpe, corridas y luego, silencio: ha ocurrido un asesinato. La asesina, la mujer del canoso según infiere el lector, se había ido. No obstante, al final de la historia, el enunciador relata que tocan el timbre de su departamento: es un hombre con un tatuaje de una mariposa en el brazo que le pide entrar. Así, el asombro final llega al lector: se trataba de una pareja homosexual. La visión estereotipada de la pareja hombre-mujer se deconstruye, como así también lo hacen sus roles y discursos estereotipados. Esto lleva a que el lector se interrogue sobre sus propios estereotipos y clichés porque, sin saberlo, los ha completado durante la lectura.
Entonces, ¿qué es el narrador: hombre o mujer? Lo cierto es que no se puede encasillar al narrador dentro de una de las categorías binarias hombre o mujer porque las actividades que hace un género las puede hacer el otro. Lo interesante es que el binarismo no se resuelve de ningún modo ya que ni siquiera el lenguaje permite clasificar: no hay marcas morfológicas de género masculino o femenino en el narrador construido en el cuento. Es el lector el que le ha atribuido un género. Desde la recepción, el lector se da cuenta de que fue engañado y que las banalidades socioculturales son constitutivas en él. De esta manera, se interroga sobre sus propios estereotipos instalados a partir de modelos hegemónicos, y las rupturas, ya desde una lectura paródica, tensionan aquello que se establece como norma de pensamiento.
A lo largo de este trabajo hemos demostrado cómo el discurso, a través de formas de heterogeneidad mostrada, se encuentra habitado por modelos discursivos y sociales.
Los personajes, a través de un narrador son clasificados desde su comportamiento y sus modos de decir. La voz narradora, como lente de cámara, va guiando el transcurrir de la historia. Es así como juega con los lectores y las lectoras ya que los clichés no existen en sí mismos sino que los enunciatarios completan sus significados.  
 Para concluir, agrego que la ruptura se da también en lo que refiere al género policial ya que hay hiatos en la historia, no hay un detective, es de base conjetural y de principio constructivo auditivo además de poseer elementos melodramáticos. Si pensamos en la doble acepción de la palabra “género”, podríamos observar que está cargada y habitada de significados. Al romper y provocar en el lector un cuestionamiento sobre sus propios modelos, ya sean literarios, discursivos, sociales o ideológicos, ocurre que ninguna categoría logra abarcar la heterogeneidad de la realidad y que hay variados modelos que no siempre encajan en una taxonomía determinada por ideologías hegemónicas.

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